Un equipo de investigadorxs de la Universidad de Paderborn (Alemania) creará el primer banco de datos de graffitis. Se trata de un archivo que recolectará miles de fotos tomadas de paredes que hayan sido intervenidas por artistas callejerxs, en su mayoría obras consideradas “ilegales” por las autoridades y que a causa de este motivo, suelen ser borradas u ocultas rápidamente a la vista del público. El proyecto, que en una primera etapa prevé digitalizar unas 120 mil fotos tomadas entre 1983 y 2015, utilizará imágenes provenientes de los archivos de la policía y colecciones privadas. El objetivo es investigar los grafitis como «testigos de la expresión escrita en las ciudades”, como signos para comprender la cultura de las sociedades.
Considerado todavía hoy en muchos ámbitos como vandalismo, el grafiti o graffiti es un arte o forma de expresión ligada a las ciudades, a lo urbano. Lejos de lo que todavía muchxs creen, los orígenes del grafiti son antiguos y se remontan hasta el Imperio Romano, tiempos desde los cuales han persistido restos de las inscripciones espontáneas, especialmente de carácter satírico o crítico, que algunxs habitantes inmortalizaron en los muros de las hoy conocidas ruinas de Pompeya y Herculano, donde quedaron protegidos por la ceniza volcánica. Acuñado por la academia, no fue sino hasta fines de la década de los sesenta y setentas cuando el término se popularizó y cobró gran importancia social y artística. Como señala el estudio El graffiti esténcil como expresión posmoderna, esta práctica “se transformó, por una parte, en la evidencia real y tangible de la existencia de toda una subcultura” así como en un medio de expresión de los jóvenes de sectores marginados de la sociedad, quienes encontraron en el graffiti una forma de canalizar “una necesidad de carácter primario: la de la expresión misma, la del deseo de ser escuchados”.
Entendido como esto último, un grupo de investigadorxs del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT) y de la Universidad de Paderborn se propuso crear el primer banco de datos de graffitis, en el que estarán digitalizadas cientos de miles de fotos de estas obras. La lingüista Doris Tophinke, quien dirige el proyecto junto con el historiador del arte del KIT, Martin Papenbrock, explica que los graffitis no son el resultado de un acto de vandalismo sino «testigos importantes de la expresión escrita en las ciudades», elementos que pueden brindar información valiosa y genuina acerca de las culturas urbanas.
La elección de confeccionar un banco de graffitis a partir de miles de fotos -durante la primera etapa se digitalizarán unas 120 mil fotos tomadas entre 1983 y 2015 en las ciudades alemanas de Colonia, Múnich y Mannheim- responde a la necesidad de documentar obras “de corta vida” que, consideradas ilegales, terminan siendo borradas al poco tiempo de haber sido realizadas.
Curiosamente, es la misma policía una de las fuentes que contribuirá a la preservación de estas obras, dado que el banco de graffitis se nutrirá de los archivos fotográficos de la policía de Mannheim, en el suroeste del país, así como de documentación fotográfica de colecciones privadas o registros públicos de las obras.
“Queremos investigar la ciudad también como paisaje lingüístico», señala la investigadora Doris Tophinke, a la vez que destaca que los graffitis son “una prueba importante de la alfabetización en las ciudades (…) sobre lxs jóvenes y su relación con la escritura en el espacio público”.
Actualmente existen bases de datos de graffitis como el Graffiti Analysis Intelligence Tracking System, una tecnología a partir de la cual se registran fotográficamente las paredes con graffitis para luego extraer información de cada imagen y generar un reporte específico que se compara con todas y cada una del resto de las imágenes que integran el archivo, de manera de detectar coincidencias (de estilo, de trazo) que permitan atribuír las obras al mismo/a la misma graffitero/a, a quien se obliga a pagar cargos por “vandalismo”.
A pesar de que las pintadas han sido revalorizadas en las últimas décadas gracias al reconocimiento que artistas como el británico Bansky han alcanzado –que este año pintó la imagen de una niña con lágrimas en los ojos en un muro frente a la embajada de Francia en Londres como una crítica a la represión y al uso de gases lacrimógenos del gobierno francés en un campo de refugiados de dicho país, obra que fue rápidamente “borrada” por orden del gobierno– todavía son considerados en muchos ámbitos como actos de vandalismo que causan daños materiales que deben ser resarcidos por quienes realicen los graffitis.
Frente a esta perspectiva, la investigación de la Universidad de Paderborn se erige como un proyecto destinado a convertirse en el primer banco de graffitis que tiene como fin el estudio de estas obras como expresiones artísticas que colaborarán en el acceso al conocimiento de las subculturas callejeras. El proyecto tendrá una duración será de seis años y será financiado con recursos públicos de la Sociedad Alemana de Investigación: «Los grafitis tuvieron hasta ahora un papel marginal en la investigación porque no pertenecían al canon de la historia del arte», señala Papenbrock, investigador del proyecto. Una suerte de puerta de acceso, hasta ahora desestimada, para conocer la manera en que ciertos sectores sociales entran en contacto con su ciudad, sus grupos de pertenencia, sus creencias y estados de ánimo.
*Fuente foto cabecera: Ada Dong