Rob Greenfield, un joven que emprendió un viaje en bicicleta a través de Estados Unidos, decidió comer durante su trayecto sólo lo que encontraba en los basureros de los supermercados. Fue así que se dio cuenta de la necesidad de dar a conocer a lxs demás el problema del desperdicio de alimentos en nuestras sociedades, que no sólo reduce la disponibilidad mundial de comida, sino que además hace que aumenten los precios para lxs consumidores, con el consecuente daño ocasionado al medio ambiente debido a la utilización no sostenible de los recursos naturales. Las estadísticas para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) sobre este tema señalan que cada año, la región pierde o desperdicia por lo menos el 15 por ciento de sus alimentos disponibles, mientras que los alimentos que se desperdician en los grandes comercios como los hipermercados podrían satisfacer las necesidades alimenticias de más de 30 millones de personas, es decir, el 64 por ciento de quienes sufren hambre en la región.
Enterado de esta problemática, Rob -quien emprendió un viaje de mil seiscientos kilómetros en bicicleta para unir los estados de Wisconsin y Nueva York (Estados Unidos) que le tomó siete semanas- decidió demostrar el enorme desperdicio de comida a cargo de las grandes cadenas de supermercados, y durante su trayecto se alimentó sólo de lo que encontraba en los basureros de dichas cadenas de consumo. El resultado: el joven comenzó a juntar la comida desechada y en buen estado y a exponerla en las plazas de las distintas ciudades que visitaba, como una forma de concientizar a lxs ciudadanxs de las toneladas de comida en perfecto estado que diariamente se desechan bajo la lógica de un sistema de producción y consumo enfermo. A lo largo de su viaje, Greenfield encontró voluntarixs que lo ayudaron no sólo a transportar la inmensa cantidad de comida que encontraba sino además a darle forma a un proyecto fotográfico para documentar su iniciativa a lo largo de las ciudades. Si bien él comía los alimentos que juntaba, el joven nunca tuvo como idea dar esa comida a otras personas. Sin embargo “comenzaron a llegar personas y a llevarse la comida y eso mejoró la misión completamente (…) muchxs estaban felices de poder comer y compartir la comida”.
El joven explica: “lo estoy haciendo para inspirar a los Estados Unidos, para que deje de tirar comida. Mis interacciones con cualquier persona con quien me cruzaba en los caminos, lxs ayudaron a ver el fiasco del desperdicio de comida con sus propios ojos“ comenta Greenfield, quien agrega que las personas no creen la cantidad de alimentos en buen estado que son arrojados diariamente a la basura, hasta que lo ven con sus propios ojos.
“Es ahí donde entran en juego mis fotografías de manifestaciones públicas. En sietes ciudades, durante mi gira, me sumergí en los basureros, generalmente por una noche y me instalé con lo que encontré en un parque público al día siguiente. Muchas personas quedaron estupefactas con lo que les mostré e incluso, quedaron enojadxs, no conmigo, pero con el desperdicio de la sociedad cuando hay millones de estadounidenses hambrientos”, dice Greenfield.
“Entre todas las manifestaciones que lideré terminamos entregando alimentos equivalentes a un valor de 10 mil dólares y alimentamos a más de 500 personas. Para mí, esto demuestra la buena calidad de la comida que estamos desperdiciando“, señala Greenfield y añade: “He aprendido que puedo llegar a casi cualquier ciudad a lo largo de los Estados Unidos y recoger en solo una noche la suficiente comida para alimentar a cien personas (…) Mi experiencia me muestra que los basureros de supermercados se llenan de comida en perfecto estado (…) mientras que algunos niñxs están demasiado hambrientos para concentrarse en la escuela”.
Rob Greenfield además insta a todas las personas a que vean por sus propios ojos la situación en los supermercados de sus ciudades: “Sé que no todos ustedes están en Nueva York y también quiero que ustedes lo vean por ustedes mismxs. Así que lxs animo a ir al supermercado y hacer algo distinto a lo que acostumbran. Quiero que caminen a la parte trasera de la tienda, encuentren sus basureros y echen una mirada dentro (…) La primera vez que ves un basurero lleno de comida, tu vida puede cambiar para siempre”.
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