Un grupo de agricultores chilenos de la localidad de Peumo, lanzó un emprendimiento para cosechar el ancestral tomate rosado, una fruta que, pese a sus extraordinarias cualidades, fue desplazada por los cultivos industrializados. El empredimiento busca ofrecer una alternativa de producción para lxs pequenxs huerteros mediante la producción de tomates orgánicos que, con su aroma, textura y sabor únicos, son reconocidos por muchxs como los tomates “con sabor a infancia”.
Muchxs nos hemos preguntado alguna vez qué había pasado con aquellos tomates deliciosos que comíamos cuando niños. Y es que esa pregunta no es fruto de cierta nostalgia propia del paso de los años, sino un hecho concreto, el producto de un sistema de cultivo industrializado que literalmente desterró a decenas de especies de frutas y verduras en pos de la productividad del campo. Sin embargo, un grupo de agricultores de la localidad de Peumo (Región de O’Higgins) ubicada a unos 150 kilómetros al Sur de Santiago de Chile, emprendió la tarea de rescatar una variedad ancestral de tomate, conocido como tomate rosado, una fruta de producción natural que a pesar de sus extraordinarias cualidades fue desplazada por los cultivos industrializados.
José Flores es un agricultor que desde hace tres años cultiva la semilla de este tomate, una variedad de la familia de las solanáceas que conserva sus características naturales sin presencia de transgénicos: «Ésta es una especie antigua que se está rescatando. Es un producto totalmente natural, no usamos pesticidas; lo alimentamos con materia orgánica y no es transgénico», relató el productor a la Agencia EFE. «Este tomate tiene características únicas, y posee una gran ventaja, porque es muy jugoso. Además al tener un color rosado, se distingue del tradicional rojo del tomate. Posee mucho brillo, es bonito, atractivo», agregó el agricultor.
El proyecto para rescatar esta especie, una iniciativa impulsada por el Ministerio de Agricultura chileno, es llevado adelante por Coopeumo, una cooperativa agrícola local con más de 350 socios. El objetivo es generar nuevas fuentes de ingreso para las familias productoras locales a partir del cultivo orgánico de una especie cuyas propiedades y calidad la ubican, hoy, como un producto destinado para el consumo de restaurantes gourmet y segmentos de mercado que apuntan al “buen vivir”, así como ferias de productos orgánicos. “Apenas me instalo en la feria con mis tomates rosados llega mucha gente a comprarlos, sobre todo los más mayorcitos que aún recuerdan el sabor que tenían en ese entonces”, cuenta el productor José Flores. Al respecto, Rolando Escobar, presidente de Coopeumo agregó en declaraciones al diario El Rancagüino: “estamos reorientando la cooperativa a entregar servicios con valor agregado y que nuestros agricultores ofrezcan productos que se diferencien del resto”.
Según señalan lxs responsables del proyecto, el objetivo es que la iniciativa se expanda entre el resto de lxs agricultorxs de la zona, además de fomentar el traspaso de conocimientos sobre el cultivo de esta especie de tomate entre las personas mayores y lxs jóvenxs productores. “Mantener viva la tradición gastronómica otorgándole identidad a los productos del territorio”, como se escucha decir a lxs agricultorxs de la zona.
El caso de Peumo se enmarca en una tendencia mundial que postula a la agricultura orgánica de pequeña escala, huertas comunitarias y/o urbanas, como herramientas fundamentales para promover la soberanía alimentaria de los pueblos, acceder a productos frescos, de calidad y sin pesticidas, y, como evidencia el caso del tomate rosado, recuperar los sabores olvidados de aquellas especies de frutas y verduras que han sido olvidadas por la agroindustria en pos del rendimiento y mayores márgenes de ganancia.