Fue adicto y traficante de drogas, estuvo en la cárcel y desde hace 20 años vive solo en una iglesia construída en lo más alto de Pilar Katskhi, en el pequeño país de Georgia. Esta es la historia de Maxime Qavtaradze, un hombre que luego de haber vivido experiencias ligadas a la vida marginal no sólo decidió tomar los hábitos como monje georgiano sino que además decidió irse a vivir a las alturas, en semejanza con la tradición de los monjes estilitas – religiosos cristianos de la Edad Media que habitaban como ermitaños en la parte superior de una columna- lugar al que sólo se puede acceder mediante una escalera de 40 metros de longitud, por la que Maxime baja sólo dos veces por semana, ya que el ascenso y descenso le toma casi una hora.
Amos Chapple / Encontrado en La Voz del Muro
La presencia del monje propició la fundación de una comunidad religiosa ubicada en la base del pilar, a quienes Maxime visita periódicamente para celebrar algún oficio religioso y/o para rezar con ellxs. Fueron lxs habitantes de esta comunidad quienes implementaron un sistema de poleas que permite enviar alimentos e insumos a la cima, en donde vive este ermitaño religioso.
Tras salir de la cárcel en 1993, Maxime sintió que debía hacer un cambio en su vida: “Cuando yo era joven bebí, trafiqué y consumí drogas, todo. Cuando terminé en la cárcel supe que debía cambiar”, cuenta el monje, quien en sus épocas de juventud solía beber juntos a sus amigxs en las colinas adyacentes al lugar donde hoy pasa sus días, mientras observaban el impresionante monolito de piedra.
Cuando llegó por primera vez a la cima del pilar, Maxime Qavtaradze encontró la pequeña iglesia -construida entre los siglos VI y VIII por los cristianos estilitas- en ruinas, con algunos muros y el esqueleto del último monje estilita que había morado allí. “Durante los dos primeros años no había nada aquí, así que dormí en una antigua nevera para que me protegiera de la intemperie” cuenta Maxime, quien con la ayuda de sus seguidores limpió el lugar y arregló la iglesia que desde hace dos décadas es su hogar.
Si bien sus días transcurren en soledad, Maxime recibe a quienes necesiten ayuda y una guía espiritual, sólo hombres –en consonancia con la tradición de la Iglesia Ortodoxa- quienes son alimentados y alojados a condición de que se unan en la práctica de oración -alrededor de siete horas por día- así como ayudar con las tareas para la supervivencia.
Respecto a su vida en soledad y rodeado de la naturaleza, Maxime asegura: “Necesito el silencio. Es aquí, en el silencio, en donde se puede sentir la presencia de Dios”.
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