En la ciudad alemana de Andernach lxs vecinxs pueden proveerse de las frutas y verduras que crecen en las huertas instaladas desde 2010 en parques y zonas verdes y que ya cubren una quinta parte de la superficie total de la ciudad.
Si bien es considerada una de las ciudades más antiguas de Alemania (celebró su 2000 aniversario en 1988), Andernach –que cuenta con una población de casi 30 mil habitantes, ubicada al norte del estado federal de Renania-Palatinado- representa desde el año 2010 una de las experiencias más innovadoras que busca transformar la manera de habitar lo urbano a partir de un novedoso modelo de ciudad: la ciudad comestible.
“Los políticos se oponían: temían que los espacios verdes se echasen a perder o se deterioraran, tenían miedo al vandalismo, y al rechazo de la ciudadanía”, recuerda hoy Lutz Kosack, responsable de la Oficina de Planificación Urbana y uno de lxs impulsorxs del proyecto.
Sin embargo muy pronto la respuesta de la ciudadanía despejó toda duda respecto al desarrollo del proyecto que hoy se traduce en cifras sorprendentes: 8 mil metros cuadrados de superficie urbana cubierta de huertos y unas 13 hectáreas de terrenos municipales en las que -bajo la administración del gobierno local- se cultivan todo tipo de vegetales que pueden recogerse a voluntad para consumo propio. También se practica la ganadería, aunque estos productos no pueden administrarse por cuenta propia sino que deben adquirirse en una ecotienda a un menor precio que en el mercado común, dado que cuenta con precios subvencionados por el Estado.
El sistema tiene una estructura que funciona de manera simple y que consiste en motivar a sus ciudadanxs a plantar y cultivar árboles frutales y una amplia variedad de vegetales. Esta práctica permite a las personas conocer qué especies cultivar de acuerdo a la estación del año, así como aprender acerca del proceso natural de siembra, cultivo y cosecha de los alimentos. Calabazas, tomates, manzanas, uvas, pimientos, lechugas, fresas y hierbas aromáticas son algunos de los vegetales a los que se puede acceder de manera gratuita en los distintos “jardines comestibles” de los espacios verdes ubicados a lo largo del centro de la ciudad.
Cada año la ciudad elige un tipo de vegetal a destacar: en 2010 se obtuvieron 101 variedades de tomate y en los años subsiguientes se logró la cosecha de cien variedades de chauchas (habichuelas); veinte variedades de cebolla y una amplia variedad de repollos (coles). En todos los casos, el objetivo fue y es promover el cultivo orgánico y demostrar la rica variedad de alimentos que la naturaleza produce, en contraposición con la agricultura industrial intensiva –con sus altas dosis de plaguicidas, fertilizantes sintéticos y monocultivo- que ha tenido un impacto nocivo sobre la diversidad de los recursos genéticos de las variedades de cultivos y de razas de animales. En este sentido, vale destacar que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) señala a las actividades agrícolas de tipo industrial como uno de los principales factores que atentan contra la biodiversidad del Planeta, al afectar al 70 por ciento de todas las especies de aves amenazadas y al 49 por ciento de todas las especies de plantas.
Aunque hoy resulte llamativo, en el pasado la práctica de la agricultura urbana –en especial en Europa- estuvo ligada a las crisis económicas y energéticas, que obligaron a los gobiernos a fomentar este tipo de prácticas en la población para poder asegurar el autoabastecimiento de alimentos. Luego de finalizada la Primera Guerra Mundial, los huertos urbanos se expandieron aún más, dada la escasez de alimentos general. Hoy, muchos años después de aquellos trágicos sucesos, la agricultura urbana renace en distintos lugares del mundo como una nueva tendencia que busca establecer espacios de autogestión e integración social, así como de una nueva educación ambiental.
*Foto cabecera: Andernach Tourismus